La ciudad de Almería, fundada en el medievo, en concreto en
el año 955 por el califa Abderrahmán III, bajo el gobierno local del almirante
Muhammad Ibn Rumahis, vivió en los siglos siguientes una enorme y creciente
prosperidad, fruto de la cual ha dejado múltiples testimonios arqueológicos: el
más importante de los cuales es la Alcazaba, su principal monumento; el más
singular, los restos de su Mezquita Aljama en la Iglesia de San Juan; y los más
desconocidos, los numerosos manuscritos creados por intelectuales almerienses,
que se encuentran ahora diseminados por el mundo. Fue una época de brillante
esplendor, siendo su puerto uno de los de mayor tráfico de todo el
Mediterráneo, el mar por excelencia entonces.
Cabría esperar que la Universidad de Almería contara con una
potente área de Historia Medieval que promocionara y dinamizara un mayor y
mejor conocimiento de aquella época en la que el territorio almeriense se
proyectaba en el resto del mundo y desempeñaba un papel protagonista en la
historia. Sin duda, ello revertiría en la sociedad almeriense a través, sobre
todo, de un turismo cultural de calidad, que es por el que hay que apostar,
pues genera tejido y desarrollo, atrayendo personas tanto de dentro como de
fuera de la provincia y del país. El arraigo o desarraigo de un pueblo o de una
ciudad en su historia dice mucho de si su crecimiento puede ser sostenible o,
por el contrario, no tendrá futuro, cual árbol –y permítaseme el símil- que
podrá crecer más alto cuanto mejores sean sus raíces, o cual edificio que podrá
elevarse sin peligro de derrumbarse si está bien cimentado.
Pero, no. En la Universidad de Almería no solo no hay un
área de conocimiento de Historia Medieval potente, sino que, tras las
dificultades que hubo para que se implantara el grado o la carrera de Historia
en nuestra universidad, la formación que el alumnado recibe en relación con los
mal llamados siglos oscuros es totalmente plana, sin profundidad, y no genera conocimiento.
Ya el informe externo que se hizo del plan destacó como gran problema el que
buena parte del profesorado no contaba con buena calidad de investigaciones.
Uno de los casos es Historia Medieval, donde la que durante mucho tiempo ha
sido la única profesora de ese área tiene en su haber contadas publicaciones
que tratan en su mayor parte de la época moderna y muy pocas o, mejor dicho,
ninguna del periodo medieval almeriense. Así se explica que dicha profesora
cediera buena parte de las asignaturas que debían corresponder a la época
medieval a otras áreas de conocimiento, que se frotarían las manos. Es muy
loable que la Universidad de Almería cuente con especialistas de prestigio
sobre la época fenicia, pero no debe ser a costa de otro periodo no menos
importante, como es el medieval.
Y ¿qué es lo que hacen las autoridades universitarias?
¿Convocar plazas a concurso público para que las personas de mayor mérito y
cualificación las obtengan, como establece la Constitución Española y es lo
deseable? Pues no, el Vicerrectorado que dirigía D. José Joaquín Céspedes
Lorente, con el beneplácito del Rector D. Carmelo Rodríguez Torreblanca,
decidió que las áreas deficitarias de profesorado iban a poder contar con
becarios con perspectivas de que luego se conviertan en profesores. Eso es la
base de la tan nefasta endogamia, una de las lacras de nuestra universidad que
vengo denunciando desde hace muchos años. Al profesorado que ya está dentro de
la Universidad no le interesa que se convoquen plazas para que personal
cualificado sea el que las obtenga, pese a que podría dar lugar a una
fructífera colaboración con las nuevas incorporaciones que hiciera que se
incrementaran los conocimientos, sino que lo que teme es que quienes vengan se
pongan por delante de ellos y prefieren apostar por personas que nunca les
puedan hacer sombra, en claro beneficio suyo particular, en lugar del de la
sociedad que les paga buenos sueldos.
Cuando un profesor es mediocre, apuesta por otro más
mediocre, con la consiguiente degradación y degeneración. Y las autoridades
universitarias se muestran tan contentas, pues prefieren a personas sumisas que
puedan controlar, en lugar de profesores críticos que apuesten por formar a
alumnos críticos y con criterio propio y puedan poner en duda los chiringuitos
creados en beneficio particular.
Así se entiende que, cuando ha hecho falta un profesor de
Historia Medieval, en lugar de convocar una plaza digna para que a un experto
cualificado le interese optar a ella, se prefiera un contrato basura para que
lo desempeñe una persona que, curiosamente, ha hecho la tesis sobre el siglo
XVIII, que no es, precisamente, la época medieval. Si es obediente y sumiso,
con el tiempo llegará a catedrático de Historia Medieval, pero si cumple con
las tareas que debería cumplir (formar a personas cualificadas con criterio
propio) le mostrarán la puerta de salida. Así es nuestra universidad, que tanto
nos cuesta económicamente a los ciudadanos, y que deberíamos conocer mejor lo
que se cuece en su interior: un guiso con pésimas materias primas y poco
nutritivas, pero que aderezan con perfumadas especies para ocultar lo que
realmente es.
Cuando yo llegué como profesor a Almería a principios de los
'90, se enfrentaban, para ocupar el Decanato de la Facultad de Humanidades, D.
José Guerrero y D. Francisco Campos. Al primero, en su intervención para pedir
el voto a los miembros de la Junta de Facultad, se le llenó la boca hablando de
la relación del campus universitario con la sociedad almeriense. D. Francisco
Campos le respondió de forma clara y contundente: "La única, la única
relación de la universidad y la sociedad almeriense es ... el autobús". ¡Y
cuánta razón tenía! ¿Queremos que siga siendo así? Sin duda, cosecharemos lo
que sembremos.
Muchas gracias por tu lucha por una universidad donde realmente el saber ocupe su lugar
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