No
soy persona que me adapte a la corrupción universitaria, sino que la denuncio
para intentar que vaya mermando, aunque ello me haya supuesto dos sanciones por
trato irrespetuoso con un superior, que curisosamente en ambos casos éste
ejercía de juez siendo parte. Una fue anulada por los jueces y la otra se
juzgará en primera instancia el próximo 6 de junio.
Cuando
el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía decretó que me tenía que reincorporar
a la Universidad de Almería, al suspender cautelarmente la sanción impuesta por
Pedro Molina, la mayoría de mis compañeros, incluidos los del Área (Javier
Aguirre, Luisa Arvide y Bárbara Herrero), me recibieron queriendo imponerme la
docencia que tenía que dar y, además, con efectos retroactivos. Sin aplicar
ningún otro criterio que el decidirlo por votación, así lo propusieron y la
mayoría del extinto departamento de Filología (Hispánicas y otras) quisieron
imponérmelo. Menos mal que el correspondiente Vicerrectorado y la dirección del
Departamento provisional echaron el acuerdo para atrás y les obligó a utilizar
criterios académicos y sin efectos retroactivos. El acta de aquella reunión,
que, desde mi punto de vista, había sido levantada de forma partidista, no
había sido aprobada aunque el secretario que la redactó (Miguel Gallego Roca) y
la secretaria y el director actuales (Ana Fe Gil Serra y Javier Aguirre Sádaba)
estimaban que sí lo había sido. Solo fue por mi insistencia y tras una larga e
inexplicable demora que se sometió a aprobación en una reunión de departamento
cuya convocatoria curiosamente yo no recibí y por ello no asistí al no
enterarme.
Pregunté
por la convocatoria y por el desarrollo de la reunión al Director del
Departamento, Javier Aguirre, que era parte implicada, y éste cabreado me
llamó, entre otras lindezas, “niñato de mierda”, aparte de entender que lo
estaba amenazando cuando le dije que iba a escribir este artículo. Seguramente
también entenderá que es amenaza el que anuncie, como vengo haciéndolo hace
tiempo, que tengo intención de presentar una denuncia al juzgado por lo que
entiendo que es corrupción al convocar plazas para personas concretas (en poco
tiempo se han convocado así tres cátedras en mi departamento, con unos perfiles
y un tribunal que claramente favorecen a un candidato determinado). Si a
alguien se le ocurre presentarse, aunque tenga un premio nobel en el
curriculum, no tendrá nada que hacer. Y todo por la corrupción de personas
concretas que, en mi caso, tengo bastante documentada. Próximamente daré
difusión a mi denuncia.
En 1984, cuando llegué a la Universidad de Granada con el fin de terminar mis estudios de licenciatura en filología árabe, conocí a Jorge Lirola. Desde entonces hemos estado en contacto y hemos trabajado juntos varios años en la Biblioteca de al-Andalus.
ResponderEliminarEn este mundo nunca se termina de conocer del todo a nadie pero a día de hoy considero a Jorge un amigo. ¿Por qué? Porque lo considero una persona honesta y sé que puedo confiar en él. Como cualquier hijo de vecino tiene defectos y puede cometer errores pero también tiene virtudes que ya quisiera yo para mí. En distintas ocasiones hemos tenido discrepancias pero siempre las hemos abordado desde el respeto mutuo y guardando las formas. Quiero hacer hincapié en esto último porque muy rara vez le he oído decir una palabra malsonante o calificar con un insulto a nada ni a nadie. No es su estilo (en este punto él y yo somos muy diferentes pues por mi boca sale de todo).
El hecho de que el Dr. Javier Aguirre lo llamara “niñato de mierda” me parece una grave falta de respeto. No añadiré nada más, prefiero pararme aquí.