29/10/22

Carta abierta al rector de la UAL, Carmelo Rodríguez Torreblanca

El abogado que eligió usted para el contencioso que interpuse por la injusta sanción que me impuso usted, José Arturo Pérez Moreno, pretende, al oponerse a la ejecución provisional de la sentencia, que la plaza de funcionario que obtuve en concurso público ya no existe ni está dotada y habría que crear un puesto provisional, condicionado a las necesidades de nuestra docta universidad. Según él, esa reincorporación provisional no es posible porque no hay un puesto vacante de profesor de estudios árabes en la UAL. Afirma, con mala fe procesal, que “actualmente no existe una plaza vacante de profesor de árabe dotada económicamente” y añade que tendrían que solicitar autorización de la Comunidad Autónoma para dotarla, con “un perjuicio gravísimo para la UAL, con evidente daño al interés público representado por ella”.

Se le olvida decir que, con la connivencia de usted y de las profesoras del área, han reducido la docencia, eliminando una asignatura como “Claves del Mundo Árabe Moderno”. Además, confunde el Sr. Pérez Moreno la suspensión de funciones con la separación del servicio, que es lo que pretende, pero que no tiene potestad para aplicarla.

Él ya insinuó en el juicio que no sabía yo cuál era la función de un abogado e imagino que se referiría a aquello que dicen los propios abogados de que la ética se debe dejar fuera del juzgado.

¿Comparte usted, Don Carmelo, lo que dice el abogado elegido por usted para representarlo? ¿Le ha dado usted el visto bueno a tamañas tergiversaciones con el objetivo de eliminarme de la Universidad de Almería?

Me consta que comparte, al menos, algunas de las mentiras que dice el Sr. Pérez Moreno, como que yo alteré el servicio docente para, por ejemplo, no permitir que a alumnos que plagiaban se les premiara. Es lo que usted hizo, premiarlos y ser permisivo con el plagio, sancionando a quien quería ejercer con honestidad y profesionalidad su vocación. ¡Vaya sentido de la docencia que tiene usted!

Además, la formación de los alumnos en relación con la época andalusí, una de mis especialidades, parece serle indiferente, con las consecuencias que tiene de diversas formas, como la de que los licenciados que se dedican a la arquología de urgencia hayan tenido que formarse al margen de la Universidad de Almería, o que tuvieran que venir de la Universidad de Málaga primero y ahora de la de Granada para estudiar los yacimientos de la provincia de Almería, para sonrojo de la universidad que usted dirige.

Nunca Don Pedro Molina, su predecesor en el cargo y aquel al que ambos criticábamos, se atrevió a poner en duda mi labor docente, lo que usted sí ha hecho, de forma vil y despreciable. Y él no tardó en reincorporarme cuando el TSJA me concedió la suspensión cautelar de su sanción, sin recurrir a artimañas de que la plaza ya había desaparecido.

Usted sabe que no debía haber sido juez siendo parte al sancionarme, pues así lo entendió cuando retiró el recurso que interpuso Pedro Molina contra la sentencia que anulaba su injusta sanción. Lo sabe cualquier persona con dos dedos de luces: el partido no lo puede arbitrar un miembro de uno de los equipos. Se ha de ser imparcial. Conoce usted que la doctrina del Tribunal Supremo es clara y contundente y, pese a ello, decide recurrir la sentencia que me da la razón y anula su injusta sanción y se opone usted a que se ejecute la sentencia, aunque sea provisionalmente. Quizás ponga toda la resistencia posible a mi reincorporación, que debería de hacer efectiva con presteza, dado que ya lo ha dictaminado el juzgado.

Ojalá los jueces decidan ponerlo en el lugar que merece. Estos se quejan de que la justicia está colapsada, pero claro, si no son contundentes en sus sentencias y no hacen que realmente quien la haga la pague, es comprensible que se les acumule el trabajo y se les complique. Yo, sin duda alguna, voy a trabajar para que así sea y reciba usted la lección que debía tener ya aprendida. No todo vale y tarde o temprano las facturas llegan y hay que abonarlas. Y, como decía Avempace, "no hay mayor felicidad que la tranquilidad de conciencia".